3/12/2013

Noctívago

Aquí, las cabezas raras, hasta que no les lijamos los cantos, nos cuestan. Y de entrada se le creyó en tratos con Satanás, que la educación y el afeitarse cada mañana algo traman y no de frente, y vienen con segundas tres de cada tres veces. Aluego amores atravesados, por el cheposo caminar y la cabeza caída. Almorranas rebeldes, por la cara apretá. Espía de potencia extranjera, o si esto sonaba muy inflado pongamos de Valdemurieles, que es sabido que la envidia de sus gentes seca las higueras. Manoseador de niños o mirón de mujeres cuando se asientan a aliviarse, a causa de vivir mocito viejo y sin rondarle hembra. Recibidor de extraterrestres, por manejar la linterna como señalando lugares de aterrizaje. Y por fin, con los meses, y conocidas las olores de sus costumbres, nos convencimos de que era uno más del pueblo, que echaba un paseo con la fresca de la oscurecida, se fumaba su tabaco en la cuesta de los Arandos, daba las buenas noches formal y parándose, y silbaba tonadas de la radio.




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