Tu cuerpo aprendió de ti
a amar el desmonte,
las bragas bailadas
y la tiniebla del candil.
Ama —porque sabe tu cuerpo,
aprendió de ti— la presencia
que enguanta las manos,
la calina de lo follado,
la lujuria abisal de los luminiscentes peces,
las sábanas pellejadas que codician los quilates
de nuestra fugacidad en carne;
se doctoró, aprendió
de ti tu cuerpo,
colegial sumiso, predispuesto y callado.
2 Comentario:
Excelente, Antero, esa calina de lo follado y esos quilates de fugacidad están ahí en calidad de eterna belleza.
Un abrazo.
Precioso Antero... epidérmico.
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