3/06/2018

FLORIDO PENSIL INTERESTELAR (I)

… Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra.
Se hacen las dos con sangre, se repiten.

Ángel González


«Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieron España (…) En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando a mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de los analfabetos anarquistas o comunistas (…) El resultado final de esta lucha no me importa demasiado. No me interesa gran cosa saber si el futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras»
Manuel Chaves Nogales


Historia: ¿que la droga dura no está legalizada?


En el año 3015 d.C. España ha reverdecido laureles imperiales. Potencia hegemónica de la Federación Terrícola (FT) sus naves estelares surcan la galaxia y pedanías cósmicas, ora estrechando amistosos lazos con pacíficos alienígenas de todo pelaje y condición tentacular ora bajándole los humos a aquellas otras traspuestas civilizaciones que no se nos arrimen con derechas intenciones.

Dado nuestro deprimente y extenso Pasado ¿cómo repámpanos se explica el papel alfa que España desempeñará en torno al tercer milenio? La respuesta se encuentra en un conjunto de leyes orgánicas promovidas por Miguel Salaverría i Montaner en los albores del siglo XXI: El Proyecto Caín.


FLORIDO PENSIL INTERESTELAR
—parte I—



Intervención del señor Presidente del Consejo Superior de Deportes, D. Miguel Salaverría i Montaner, durante el Pleno del Congreso convocado para la aprobación del Proyecto de Ley Orgánica de Reforma del Código Penal (Número de expediente 121/000863)
Extractos del DIARIO DE SESIONES DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS, PLENO Y DIPUTACIÓN PERMANENTE
Año 2015; X LEGISLATURA; Núm. 301
PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. JESÚS POSADA MORENO
Sesión plenaria núm. 282 (extraordinaria) celebrada el martes, 25 agosto 2015


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«En España odiamos tal y como Mozart componía música: nacimos para ello».

«La Inquisición arraigó y de qué manera en este reseco huerto porque nosotros éramos inquisidores “avant la letre”».

«En España solo ha habido dos periodos históricos repetidos en bucle: cuando nos matamos y cuando recuperamos el aliento para volvernos a matar».

«¿El peor de los españoles?: el catalán. Esta reciente evolución del español ha elevado la españolidad a unas cotas de cerrilismo y carcunda insospechables hace apenas dos generaciones. Solo a un español de pura cepa, a la quintaesencia del españolismo, se le ocurriría dejar de ser español a la manera española: por mis cojones democráticos».

«Cuánto me acojona que personas inteligentes a las que este diputado apenas les roza el betún pongan a parir comportamientos fanáticos, sectarios y tralaleros en TeleMadrid, la COPE o La Razón, no permitiendo que les cuelen el pelo de una gamba, y acto seguido, cuando ese mismo comportamiento fanático, intolerante y tralalero es dado la vuelta cual calcetín y apadrinado por RAC, TV3 o La Vanguardia, se embadurnan las tragaderas anales con dos botes de vaselina dispuestos a dejarse argumentar esfínter adentro por las tuneladoras que determinen los señoritos de su cortijo. ¿Que por qué este canguelo? Porque todas las barbaridades que se han perpetrado en la historia de la humanidad —y las que te rondaré, morena— tienen su raíz, o al menos han hallado sombra ideológica, en tipos que se han activado y desactivado la inteligencia a conveniencia; que cuando los titiriteros de su fe, bandera o campiña ideológica les han ordenado “¡en aras del grupo, a tragar!”, han mamado, y cuando los titiriteros de su fe, bandera o campiña ideológica les han azuzado: “¡en aras del grupo, a por ellos!”, han mordido».

«El colmo de lo paradójico: cuanto menos “español“ pretenden ser, más acendran, progresan y perfeccionan la españolidad».

«Por desgracia, para contrarrestar al pretoriano imbécil exhibidor de cojones Osborne bien poco se puede hacer. Apenas no dejar a su alcance armas automáticas o bidones de gasolina. Son tan dañinos como irrecuperables (…). Pero aquellas otras personas inteligentes tienen la obligación de ser inteligentes las 24 horas al día los 365 días del año, hacia todos los ángulos posibles, se encuentren en la longitud y latitud terrestres en la que se encuentren. Porque de no hacerlo, de no cumplir con esta premisa crucial de la inteligencia, de no abrir fuego indiscriminado, de patrocinar cotos privados de caza y seleccionar las piezas a abatir, terminarán por convertirse —con su total aquiescencia o con tres cuartos de ella— en la justificación metafísica de aquellos pretorianos imbéciles exhibidores de cojones Osborne que contiene su trinchera».

«¿Perspicaz?, ¿agudo?, ¿lúcido?, ¿te consideras inteligente? Pues te jodes. No te han agraciado con una cesta de Navidad, mentecato, te han maldecido. Ahora arrastra con dignidad las cadenas de tu condena».

«Me dirijo a los que ven este debate desde sus casas: vuestros gobernantes son grotescos porque vosotros sois grotescos. ¿Pensáis que si incubarais otra condición generarías la caterva de incompetentes vividores aferrados al capador ecosistema de un partido político? ¡Por favor! Compartís idéntico humus nutriente. Y hacen lo que vosotros cuando os burláis del marichalazo, ponéis una falsa denuncia por malos tratos, levantáis en pie de guerra una barriada para que no se construya una mezquita o promocionáis en la empresa al cuñadísimo vividor. Vosotros sois tan políticos como ellos. Y si vuestras bostas no apestan a sus niveles achacádselo a una simple razón: no cagáis tan mastodóntico. Ay, si poseyerais el tamaño de un Transformer qué de pinares nos sembraríais encima».

«Un pueblo pastoreable, iracundo y simplón genera líderes pastoreantes, iracundos y simplones. La cima de la pirámide social la ocupa siempre el ejemplar más dotado».

«Se conocen dos especímenes de español: el que odia y el que odiará. El hijo de puta y aquel otro al que todavía no se le ha presentado la oportunidad de ser un hijo de puta».

«Cuando un español se entretiene, canta, baila, disfruta de sus mantecas, denominémoslo “español cárnico”, no es mal tipo. Y si se ducha diariamente hasta se puede convivir con él. Su odio empieza y concluye en sus metros cúbicos de existencia. Ama y odia con nombre propio (…). Odiar un nombre propio podemos equipararlo a cagar en el bosque; indudablemente el mojón que han plantado en el prado de margaritas echa para atrás de lo feo, nadie lo discute, pero ese odio acabará digerido por mami Naturaleza. La fealdad, la maldad que propaga este cagador silvestre vienen limitadas por la intrínseca insignificancia de su ser. Sin embargo, cuando al “español cárnico” lo sustituye el “español dominico”, ese Inquisidor Mayor del Reino que se cree portador de la palabra revelada por Dios, Sabino Arana, Pep Guardiola, Bertín Osborne, Losantos o el Gran Wyaming, responsable de perpetuar unas señas identitarias, velar por la cubertería heredada de la yaya o escoge tú la pichifartez que prefieras del amplio catálogo, en ese supuesto, el odio se generaliza, se expande como una desbordada metástasis solo al alcance de la mentalidad española. Ya no es un tipo que caga. Nos hallamos ante un fervoroso elemento que defiende con uñas y dientes una manera de cagar. Una sensibilidad defecadora. Un excretar definitorio de su raza, su patria, su fe. Ha nacido el Mal con mayúsculas: un español pertrechado de un alambique ideológico para, en defensa de su cagar, cagarse en todo lo que se menea».

«Tú nos das a 500 españoles, españolas, españolis, españolos o españolus una causa justa que defender —la más hermosa, solidaria y benigna del inventario— y en dos semanas te la convertimos en una barbarie intransigente, fanática y sectaria».

«Un español es un recalcitrante garrulo de pueblo que busca un señorito ideológico que justifique la sangre torcida que le oxigena las células, un comisario político al cual ofrecerle libaciones de mala leche a cambio de un barniz civilizador. “Por favor, caballero, no se confunda usted, que por algo cada cosa tiene su nombre, que yo no soy un salvaje al querer estrangularle con sus propios e intransferibles intestinos: yo personifico un civilizado motivo para ello”. Al igual que a todo garrulo recalcitrante una vida sin sentido le parece una existencia defectuosa (…). Como adiestres a un español para que asuma que el medro y la adquisición de renombre en el seno de un grupo provienen de cuánto detestes al “otro bando”, has elevado a su máxima cota la estupidez homínida. No se pueden superar esos niveles de estupidez sin que entren en juego las dimensiones paralelas cuánticas».

«Hermano odio. No hay sustancia, táctica o rito iniciático que cohesione un grupo como el odio. Barato, eficaz y sin cartelito de reservado el derecho de admisión. Detesta lo que yo y eres de los míos».

«Recuerdo un pensamiento de Ennio Flaiano: “El italiano es un intento de la naturaleza de desmitificarse a sí misma. Coged el Polo Norte: es bastante serio tomado en sí mismo. Un italiano en el Polo Norte añade de inmediato algo de cómico que antes no habíamos percibido”. Bien, tú trasladas a 500 españoles al Polo Norte y a las tres semanas se han formado dos bandos que se devoran entre ellos. Salvo que, claro está, a un espabilado se le ocurra canalizar esa intensa mala baba contra las focas».

«¿Quieres odiar? Adelante, odia. Pero, por favor, limítate a odiar con tu odio, simplón y arbitrario, porque sí, porque a la veleta le ha dado por ahí. No lo razones. No consientas que nadie lo arraigue en ti. Que nadie razone tu odio. Porque si solo odias con tu odio es probable que un día te hartes, que las caderas de la mulata del quinto te revolucionen las entendederas o que el musulmán del cuarto te ayude a pagar el alquiler, y que tus caprichosos parámetros existenciales, insisto, superfluos y al tuntún, den un giro de 180º sin excesivo esfuerzo por tu parte. Pero, ay, como razones tu odio, o te lo razonen, como lo edulcoren con chiribitas de neón, con decálogos mecanografiados por el secretario personal de la divinidad, con cuentas pendientes de una nación humillada por la caverna mesetaria, con spray antivioladores que mantendrá a raya al arcaico patriarcado, como lo arraigues o arraiguen en ti, ni siquiera habrá sitio para una marchita esperanza».

«El camino fácil hubiera sido solicitar la ciudadanía andorrana. Dejar que este frenopático se mate a bayoneta calada. Pero me pareció que odiar lo español era otro género de españolidad. Yo me planteé lo que pocos españoles se habían planteado: contemplarse sin contemplaciones en el espejo, asumirse en su profundidad, calibrar lo cabrón que se es, y encarar el problema con inteligencia, perdón, con esa variante de inteligencia que se da con profusión en lo hispánico: con puterío. Cuestión de puterío».

«Yo me he metido de todo. Puede que haya drogas de reciente síntesis que yo no he catado, seguro, pero de las “old school” me he trincado su catálogo IKEA al completo. En aquellos entonces conocí a peña que se drogaba de igual forma que iban al futbol, una vez por semana, en familia, pagando la hipoteca, la mensualidad de la comunidad de vecinos y subrayando pasajes de Escohotado. Yo no. A mí la droga me bajaba en la parada tal. ¿Cómo salí de ese infierno? Conociéndome. No maquillándome la mierda o sustituyéndola por un zurullo de pega. Mirándome al espejo y diciéndome, sin ambages o psiquiatrías estéticas: yo soy ese cabrón de ahí. Y estos sus mis santos cagarros. (…) Esta drástica reforma del código penal que hoy será votada en el Congreso de los Diputados aspira, salvando las lógicas distancias, a hacer algo similar con este puto país de tarados deseosos de una justificación homologada por la UE que civilice su atávica mala uva».

«Quien llame a mi puerta y me diga lo guapo que soy, y lo chula que he decorado la casa, y el acogedor y hogareño efecto que provocan las cortinas, y alabe mi capacidad de improvisación envidiada por las cabezas cuadradas nórdicas, quien me discursee ponderando mi individualismo, mi apego a la vida y mis ganas de fiesta, pretende venderme una aspiradora. Un bálsamo de Fierabrás. Anhela mi sumisión. Mi obediencia. Quiere embridar mi locura para luego cabalgarla. Soy español y fui concebido por los milenarios engranajes del clima mediterráneo para odiar. Mi estado permanente del Facebook es contra lo que sea. Odio y odio. Yo he asaltado conventos y he violado a monjas y novicias en nombre de la revolución social, yo he asaltado ateneos libertarios y he ensartado con la bayoneta a maestras embarazadas en nombre de la unidad de España, yo he fusilado por el Dios católico, apostólico y romano, por la dictadura del proletariado, por la hermandad de los pueblos, por reinstaurar la misa en latín, por la patria vasca y el Frente Unido de Aficionados a la Petanca. Yo llegaría, señores diputados, a fusilar en nombre de la abolición de la pena de muerte. Y ese poso de barbarie y aniquilación permanece lacustre y callado en mí. Se consumió como se agotan temporalmente los gases de una puta Coca-Cola, pero que nadie se lleve a engaño, hibernan en mí, perviven aplacados, acechantes, a la espera de que el momento histórico vuelva a agitar la puñetera botella. Señorías, nos guste o nos disguste, somos la mierda que somos. Y darnos cuenta se convierte en el primer paso del viaje».

«¿Estás de acuerdo? ¿Te has mirado en el espejo y te has visto? Bien, por fin vamos a construir un país próspero, hijo de la gran puta».









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