Nos parieron a pachas.
Puede que a cuatro pesetas el pitillo suelto,
rancios, hoscos e impuros
(pero eso nos sumó quilates: cimarrones
sin herrar, mestizos que talaron mástiles
antes de que cuajaran en tótems)
y quedamos siameses por una infancia
(“verdadera patria” que grafiteó aquel tal Rilke
en los cagaderos de la Renfe, ¿te ubicas?)
para siempre.
No obstante, el siempre que se trae a colación
se trae porque caducó.
En nuestro caso cuando imprevistos parientes
incrustaron sus cuñas de desembarco
y esparcieron historietas coloreadas y cromos de cadáveres:
estos, míos
estos, tuyos.
Así nos doblaron las cucharas.
Así nos volvieron de álbumes distintos.
Y aquellos críos que corríamos en descampados sembrados de jeringas,
que soñábamos a Loli con el fuego de pecho de Afrodita A,
que echábamos a senás o parés levantarse a cambiar de canal,
que con un «mamá no está» toreábamos al cobrador de la luz,
en un de repente lento, inoculado anochecer,
nos sorprendimos separados por tanto ácido sinovial:
tú catalanufo,
yo charnego.
El resto se lee en el informe de la autopsia
y demás Historias.
No compito por clavar banderitas de astronauta en el planeta Tierra
es, ha sido y será, vuestro:
de vosotros
o de ellos.
Solo te pido
que si has de escupirme,
(estás en tu derecho
fuimos hermanos)
no me pintes con lo que te hace más llevadero
tu cuello de camisa estrecho
y ódiame cierto:
por lo que soy.
El tipo cascarrabias y erizo
que permanece en un descampado sembrado de jeringas
defendiendo con uñas y dientes
las fronteras de su infancia.
.
4 Comentario:
qué bello.
me ha encantado!
Muy grande. A tomar por culo las banderitas.
yo fui un charnego de Igualada. Me identifico totalmente
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