Creo en Dios de aquella manera;
me lo llevo al fumadero,
de apalanque a la plazoleta,
a la riera
y otros puticlús.
Hemos vivido mucha mierda juntos
—también hermosuras—,
hablamos poco,
no nos pedimos satélites,
ni nos pisamos los polvos,
pagamos nuestras rondas
y lo principal
le hacemos tilín a distinto tipo de mujer.
Estamos
pues
condenados a entendernos.
.
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