me calan los lutos llovidos
y me engasto, pena en alma,
a un esqueleto arisco.
No es por fe, es por joder,
oficio de pobre mendigo,
¿qué sepultura más a mano
que acurrucarse en lo vivo?
Dime, listo, que no te ves
el cadalso que predigo;
dime, ínfulas de eterno,
¿que tendrás cuerda para siglos?
Ay, el caballo de Troya
se te coló por el ombligo;
tu calavera te titiritea,
te vive la muerte, pobre rico.
Pero entiendo que no lo entiendas:
nací en cueros, tú con abrigo,
a cubierto follas y duermes,
no te calan los aullidos.
Nicolás Marino |
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