7/25/2016

El hombre que tenía un borrico, lo cambió por una motocicleta y se arrepintió

de Donato Montero Ross. Editorial Claralacosa. Género: novela, ficción. 215 páginas.

En «El hombre que tenía un borrico, lo cambió por una motocicleta y se arrepintió» Donato Montero aborda con la sobria precisión del novelista ya maduro el descenso a los infiernos de un hombre que tiene un borrico, lo cambia por una motocicleta y se arrepiente.

A lo largo de las 200 páginas que componen la novela Donato ni se erige en corte inquisitorial que pasa por la parrilla a aquellos hombres que cambiaron su borrico por una motocicleta aun a sabiendas de que tal medida podría desembocar en un más que previsible arrepentirse, ni se enfrasca en la elaboración de un andamiaje (alcoholismo paterno, familia desestructurada, exigua escolarización…) que apuntale la precaria conducta de esa clase de hombre que pese a tener un borrico sano se siente impelido a cambiarlo por una motocicleta arrepintiéndose hasta las trancas. El escritor abulense orilla cualquier valoración de los hechos y se limita a reflejar con fidelidad casi fotográfica el proceso a través del cual el más sombrío de los arrepentimientos estrangulará a un hombre que se desprendió del borrico que tenía a cambio de una motocicleta, al tiempo que larva sutiles líneas de lectura, por ejemplo: el hombre que tiene un borrico, ¿lo cambiaría por una motocicleta en el supuesto de que vislumbrara el arrepentido horizonte que tal canje le acarrearía?

Pero la novela propone, no dispone, plantea, no pontifica; porque como recalca el profesor Salaverria en el prólogo de esta edición: «Dime qué te preguntas y te diré qué te respondes. De modo que no le busquemos extremidades ortopédicas al minino, ¿qué puede esperarse de un hombre que tuvo un borrico pero lo cambió por una motocicleta? Arrepentirse».

Por último constatar el revuelo que esta novela ha suscitado en círculos animalistas al ser denunciada por ningunear y ridiculizar el legado asnal. A este respecto Donato ha salido al paso con una carta pública donde manifiesta: «bajo ningún prisma interpretativo puede sostenerse que en “El hombre que tenía un borrico, lo cambió por una motocicleta y se arrepintió” yo he pretendido hacer escarnio de esa rama équida de los ungulados que desde el surgimiento las primeras civilizaciones sedentarias vienen siendo nuestros leales compañeros; tan solo he singularizado en un hombre que se arrepiente de haber cambiado su borrico por una motocicleta la universal frustración que embarga a aquellos sujetos que, por los impulsos que fueren, consintieron tal permuta; agregando la íntima pretensión por mi parte, —ilusa, de acuerdo, pero legítima y sincera—, de alertar sobre la rémora de arrepentimiento que conlleva tener un borrico y cambiarlo por una motocicleta, y, asimismo, servir de faro para que en el futuro los hombres que tengan un borrico jamás lo cambien por una motocicleta y se vean arrojados contra esos acantilados que se yerguen cubiertos por los despojos de tantos y tantos arrepentidos. Desdichadamente, las opiniones, y sus primas hermanas, las interpretaciones, son como los culos, todos tenemos uno y con él cagamos zurullos así de grandes».








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